Economía

¿Qué entendemos por economía planificada?

Rogelio Pontón

Muchas personas, especialmente políticos, añoran lo que llaman economía planificada. Frecuentemente manifiestan sus deseos de volver a experiencias pasadas, ya sea de otros países o del nuestro, aunque, y en esto tenemos que estar agradecidos, en Argentina las manifestaciones de planificación se limitaron o se limitan a aspectos parciales, siendo las empresas públicas, o las llamadas juntas de granos, u otras intervenciones, las mayores experiencias en este sentido.

A diferencia de lo que comúnmente se cree, la economía de mercado es de planificación. En contraste al sistema de economía centralmente planificada, en la economía de mercado, todos planifican, productores y consumidores, y esos millones de planes son coordinados por el sistema de precios.

Por el contrario, en una economía centralmente planificada, el plan central lo elabora un comité, un ministerio o el Gosplan como se llamaba en la ex URSS. En el mencionado plan se fija lo que hay que producir, cuánto, para quien, cuándo, con qué insumos, en qué tiempo, con qué mano de obra, etc., y todas las empresas tendrán que limitarse a cumplir rigurosamente el mencionado plan.

Una experiencia similar es la que vivió Alemania durante el período del nazismo. A este respecto y en contra de una opinión dominante que sostiene que entre el nazismo y la sociedad soviética teníamos dos posiciones contrapuestas, ambas doctrinas eran bastante similares. Esto se puede ver con lujo de detalles en la monumental obra «Dictadores: la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin», de Richard Overy (publicada por Tusquets en 2010). Por supuesto que las características de ambos regímenes difieren en una serie de puntos, pero el totalitarismo en materia económica y social es muy semejante.

Ha habido experiencias de economías centralmente planificadas de las más diversas, algunas han sido más rígidas, otras han sido más flexibles. El caso de la economía de la ex URSS ha sido de las primeras. Y en este sentido hay que mencionar lo que dice la economista francesa Marie Lavigne que estudió especialmente la experiencia soviética. En la década del setenta y ochenta, la URSS tenía aproximadamente 25 millones de artículos y servicios, cifra por supuesto menor a la existe en un país como Alemania, EE.UU. o Japón. Como esos millones de artículos abastecían las necesidades alimenticias, de vestimenta, de salud u otras de la población, cada uno de esos artículos tenía que tener un precio. Por supuesto, que en el cambiante mundo de la economía, hubiera sido un absurdo que esos precios no cambiaran respondiendo a las distintas condiciones de oferta y demanda. Así y todo, teóricamente, esos 25 millones de precios que variaban con el tiempo, supongamos tres veces, originaban una cifra casi infinita de precios relativos. ¿Podrían ser 325 millones de precios? Ese sería el caso con tres precios distintos para cada artículo y 25 millones de artículos y servicios.

Por supuesto que la mencionada cifra de precios relativos es imposible de controlar salvo por una súper inteligencia. La Sra. Lavigne no trabajó en su modelo con 25 millones de artículos sino con sólo 1.000 y trató de expresar matemáticamente como se podría controlar ese menor número. Llegó a la conclusión que ni aún la más poderosa de las computadoras soviéticas del momento, aún funcionando desde hace 30.000 años (es decir desde la época del hombre de Nerdenthal), podría controlar los precios de los 1.000 artículos principales de la economía de la URSS.

Alguien podría decir que no hay necesidad de que los precios cambien. En ese caso, los precios se mantendrían por tiempo inmemorial a pesar que la producción o la demanda de los artículos sufren cambios en forma constante. Es decir que se ‘congelaría’ toda la vida económica. Los modelos de los autos seguirían siendo los mismos que cincuenta años atrás, igual que los aparatos para el tratamiento médico o las máquinas en general, los trabajadores tendrían que vivir en forma perpetua en un determinado lugar y no podrían cambiar de residencia, etc. De hecho, sin haber llegado a ese extremo, los trabajadores de las granjas colectivas llamadas koljoses necesitaban pasaportes para pasar de una región a otra en el país.

Los problemas económicos de las mencionadas economías planificas eran evidentes a todos aquellos que quisieran analizar el tema. ¿Por qué entonces la añoranza de algunos hacia ese tipo de economía?

Como dicen los epistemólogos, toda hipótesis se tiene que falsear con la experiencia, y en el caso concreto de la ex URSS, sus propios economistas advirtieron que el sistema no daba para más. Al principio, en los años sesenta fue el economista Liberman que mostró que el sistema económico de su país no tenía en cuenta el motor de la economía que son los ‘beneficios’ de la empresa y es por ello que propuso una determinada alícuota de amortización que debería sustituir a los beneficios. Por otra parte, las empresas nada sabían de los costos de la tierra y del capital, dado que al estar fuera del comercio por ser de propiedad colectiva, no había mercados para los mismos. Luego siguieron las propuestas del Primer Ministro Kosyguin y después otros. En Checoslovaquia el economista Ota Sick comenzó a hablar de la ‘economía socialista de mercado’ o tercer vía y en la propia Alemania Occidental, el partido Social Demócrata comenzó a sostener la ‘economía social de mercado’.

Con sus problemas, la economía de mercado es la única economía planificada potable. Lo anterior no significa que no hay que planificar. Toda empresa debe planificar. Y, por supuesto, también lo tienen que hacer los gobiernos. Pero el sistema de precios es el gran coordinador de los distintos planes.