Economía

La importancia de la demanda de moneda


Los distintos agregados monetarios tuvieron un crecimiento anual en nuestro país, en el último año, cercano al 40%, es decir que la cantidad de moneda pasó de un índice de 100 a 140. Como la economía ha crecido en alrededor de un 9% sería lógico, según algunos, pensar que al mencionado índice de 140 habría que dividirlo por 1,09 para determinar el efecto inflacionario que tiene esta expansión monetaria. Tendríamos así un incremento de casi 28%.

Pero se podría discutir esa corrección de la expansión monetaria. De hecho, si hubiera total estabilidad, un aumento de la producción de bienes y servicios de 9%, significaría que la oferta de bienes y servicios se incrementa en ese porcentaje, lo que podría implicar que la demanda de bienes y servicios también aumenta en un 9%.

Pero la demanda se compone de cantidad de bienes y servicios y sus precios respectivos. Si los precios se mantienen estables se debería a que la cantidad demandada aumenta también un 9%, pero no tenemos la certeza de que esto suceda. Si la cantidad de bienes y servicios demandados no se incrementa un 9% sino, por ejemplo, un 6%, los precios tendrían que caer un 3%. Pero ello no ocurre en nuestro país pues los agregados monetarios crecieron el 40% y tuvieron un efecto inflacionario que, siguiendo el ejemplo anterior, habría sido de 32,1% (resultado de dividir 140 por 1,06).

Alguien podría sacar a colación la ley de Say y decir que ‘toda oferta crea su propia demanda’ y, por lo tanto, si la oferta de bienes y servicios creció un 9% también la demanda de bienes y servicios creció un 9%. Pero dicha definición de la ley no es correcta. Lo correcto sería definirla como que ‘toda la oferta crea toda la demanda’, y en este caso, siguiendo a John Stuart Mill (en sus «Principios» de 1848), habría que considerar toda la oferta de bienes, servicios y moneda y toda la demanda de bienes, servicios y moneda. En su pequeño y gran libro «El hombre y la economía» , el Premio Nobel Robert Mundell criticó la interpretación sobre la ley de Say dada por Lord Keynes ya que al citar a Mill dejó de lado, dentro de esa oferta y demanda total, a la moneda.

Pero volviendo a la correcta definición de la ley de Say de que ‘toda la oferta crea toda la demanda’, quizás, dentro de esa demanda total, se incrementó la demanda de una moneda más estable que la nuestra, por ejemplo el dólar (y de hecho eso ocurrió ya que la demanda de dólares por el Sector Privado no Financiero se incrementó según el balance cambiario en 11.410 millones de dólares), y en ese caso el mencionado 9% de la oferta no se transformó en un crecimiento de la demanda de bienes y servicios del 9%, sino del 6%, ya que el otro 3% se debió a un incremento de la tenencia de dólares. Esa demanda de moneda dólar (en cajas de seguridad, en el colchón o en el exterior) por u$s 11.410 millones es cercana al 30% del crecimiento del PIB que fue de aproximadamente u$s 36.000 millones (alrededor de 9% x u$s 400.000 millones).

Para interpretar correctamente el planteo anterior es interesante recurrir a la teoría cuantitativa que desarrolló el injustamente olvidado economista francés Jacques Rueff:

Demanda Global – Oferta Global = diferencia (Oferta Monetaria – Demanda Monetaria)

Según Rueff, para controlar la inflación es mucho más práctico utilizar la segunda parte de la fórmula, pero no preocuparse tanto por la oferta de moneda sino por la demanda de moneda. Lo que necesitamos es una moneda que todos deseen conservar. Es por eso que a nivel mundial recomendó el patrón oro.

La historia monetaria de los pueblos es una historia de monedas que se deprecian con todos los perjuicios que ello ocasiona. En eso difiere la historia del imperio romano de Occidente y de Bizancio. Mientras en el primero las monedas debían reemplazarse ya que perdían su valor en pocos años, en Oriente mantuvieron la estabilidad monetaria casi 800 años (se puede leer el libro de Elgin Groseclose, El dinero y el hombre. Estudio de La experiencia monetaria , 1978).