Internacional

Macri y el Sutil Equilibrio Entre China y Estados Unidos

Eduardo Oviedo
A pesar del conflicto, el gobierno de Macri desplegó sus relaciones externas en el marco de vínculos cordiales en intereses concretos con los dos países.

La “guerra arancelaria” chino-estadounidense despierta interés académico. Es que varios autores consideran la personalidad, el proteccionismo y unilateralismo del presidente Donald Trump como sus factores desencadenantes. Sin embargo, cuando aflora una crisis comercial entre dos países, casi seguro existen raíces más profundas que la personalidad de los líderes; mientras que el proteccionismo es el resultado de determinado modelo económico. Entonces, debemos preguntarnos ¿Qué factores estructurales son capaces de explicar de forma más elegante este fenómeno que emerge a la superficie? Su respuesta nos lleva a pensar las causas de la controversia comercial chino-estadounidense y su impacto en Argentina. Al mismo tiempo, requiere entender la orientación del gobierno de Mauricio Macri hacia las dos potencias bajo imperantes requerimientos financieros de Argentina.

La hipótesis que guía este artículo afirma que el deterioro de las relaciones chino-estadounidenses comenzó con la alternancia política en Taiwan y continuó con la re-modernización de Donald Trump y su oposición al modelo productivo-exportador chino. “Choque de modernizaciones” que manifiesta la estructural contradicción entre una historia bilateral signada por amistad y cooperación, frente a la consolidación de la hegemonía china y su desafío hacia el orden internacional. La grieta entre la primera y segunda potencias mundiales y los intereses argentinos condujeron a la administración Macri a optar por una política exterior de equilibrio, tornada inestable por las presiones chinas y estadounidenses hacia su gobierno, cuyas fuentes de poder están fundadas en los compromisos asumidos con China por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y la dependencia financiera del eje europeo-americano generada por la administración Macri.

 

Historia de amistad y cooperación

A pesar de la tensión actual, la relación bilateral entre China y Estados Unidos cuenta con una tradición de amistad e intereses comunes. Cabe recordar que la potencia americana reconoció la integridad territorial y soberanía de China tempranamente en 1868, reafirmadas en la doctrina Hay o de “puertas abiertas” de 1899. Incluso, desde fines del siglo XIX, el ascenso de Japón en el plano internacional llevó a los Estados Unidos a diseñar una alianza de retaguardia con China, poniendo freno a las aspiraciones niponas en el Pacífico en la Conferencia de Washington de 1921.

Una década después Japón invadía Manchuria y diez años más tarde atacaba Pearl Harbor, iniciando la guerra del Pacífico. Japón era, de nuevo, el enemigo común de ambas naciones. Precisamente, fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando Franklin Delano Roosevelt decidió que la China de Chiang Kai-shek debía ocupar un lugar privilegiado en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a pesar de la oposición de Joseph Stalin. Restaurada la paz, la ocupación militar de Estados Unidos en Japón sirvió para mitigar el gasto en defensa de China. Aun hoy, las bases militares estadounidenses en Japón son garantía para Beijing de que Japón deberá, primero, sortear la presencia estadounidense si desea retomar acciones contra China.

 

La gran batalla: el control sobre el orden y el sistema internacionales

La historia de amistad y cooperación tuvo un punto de inflexión a finales del siglo pasado, cuando China pasó a ser una unidad principal del orden mundial. Su ascenso internacional, junto al de India, Rusia, Brasil y otras economías emergentes, erosionó la primacía de Estados Unidos y desconcentró la fuerza económica mundial en una mayor pluralidad de estados. Por eso, el orden vigente reconoce a un primus inter pares (Estados Unidos) y un conglomerado de potencias, donde China sobresale inter alia por su dirección política unificada y capacidad económica. Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial, pero la distancia de poder con la segunda economía se ha acortado sensiblemente debido al constante crecimiento económico de China y el lento avance de la economía norteamericana. Este nuevo equilibrio de fuerzas exacerbó la puja por la supremacía en el orden internacional, enarbolando China las banderas del libre comercio, la libertad de navegación y la diplomacia multilateral, con intención de revisar las instituciones del orden establecido, sin cambiar sus bases estructurales. En lenguaje chino una “globalización con características chinas”.

Es interesante observar el triple rol de China frente al orden internacional. Este país no solo ha sido fundador del orden diseñado por las grandes potencias durante la Segunda Guerra Mundial, también co-administra el orden actual y, además, todo académico considera a China como arquitecto del orden venidero, basado en la “sombra del futuro”, expresada en la idea de que el siglo XXI es el siglo de China. Así China se presenta como la potencia que suplantaría a Estados Unidos. Es decir, la emergencia de una Pax Sínica en reemplazo de la Pax Americana.

Si esto ocurriese, aparecerá una segunda fase, que implica dilucidar el potencial comportamiento de este estado-civilización frente al sistema internacional, cuyos principios son eminentemente europeo-americano. Para que se entienda, las grandes potencias occidentales destruyeron el sistema tributario chino a través de las guerras del Opio (1839-1860), doblegando la legitimidad imperial e integrando por la fuerza al Imperio Chino en el sistema internacional y el capitalismo global. China, no sólo logró su integración, sino también su socialización internacional, aprehendiendo las pautas del sistema y emulando las experiencias de otras grandes potencias, comportamiento que le permitió alcanzar el rol de segunda economía mundial. De posicionarse China como primus inter pares, ¿vendrá la venganza china hacia el sistema internacional por los cien años de humillación de la “diplomacia de la cañonera”? Si bien responder esta pregunta es demasiado prematuro en la actualidad, recordemos que las estrategias chinas son de largo plazo, enmarcadas en periodo que pueden abarcar siglos de duración.

Esta virtual situación sustenta la hipótesis del choque de civilizaciones señalada por Samuel Huntington. La misma guía la política exterior estadounidense desde la aparición de su celebre artículo en la revista Foreign Affairs. Bajo este supuesto, la política estadounidense presentó al mundo musulmán y sínico como dos hipótesis de conflicto y su diplomacia ha fluctuado entre ambas. Desde 1989, tras la ruptura del triángulo estratégico diseñado por la dupla Nixon-Kissinger, la relación chino-estadounidense combinó cooperación comercial con recurrentes tensiones políticas. Con el inicio del siglo XXI, George W. Bush trató de llevar a la práctica la idea de Huntington sobre la conflictividad con China; pero rápidamente desvió su orientación política hacia la lucha contra el mundo musulmán tras los atentados del 11-9. Obama siguió la política de Bush, entrelazando momentos de alta cooperación y conflictividad con China. Combatido el terrorismo transnacional y limitado a las expresiones reducidas de los “lobos solitarios”, la política de Donald Trump se concentró en la restructuración interna de la economía y, al plantear este objetivo, fluye como consecuencia el resurgir del eje sínico de la hipótesis de Huntington.

 

Hegemonías en conflicto

El crecimiento económico de China y otros estados emergentes desconcentraron la economía mundial y desafía el poder estadounidense. Este vertiginoso incremento del PIB chino transformó a este país en una nueva hegemonía, pues reúne las cuatro características establecidas por Robert Keohane para que un estado sea considerado hegemónico en la política económica mundial: es decir, debe tener acceso a materias primas esenciales, controlar fuentes de capitales principales, sostener un gran mercado de importaciones y ventajas competitivas en la producción de bienes de valor elevado.

El acceso a materias primas es crucial para un país que perdió su autosuficiencia en diversos commodities y requiere de la importación para satisfacer la demanda interna de la población y mantener su modelo productivo-exportador. Las compras de Nidera y Syngenta por COFCO y ChemChina, respectivamente, es un paso hacia el mayor control del mercado de granos, aunque resulta una tarea difícil por las características atomizadas del mismo. En el ámbito de los capitales, la emisión de préstamos para infraestructura, swaps de monedas, inversiones (directas y a través de paraísos fiscales), así como su participación en el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial o la creación del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), los diversos fondos para regiones o iniciativas (como la Franja y la Ruta) desafían a la hegemonía de los capitales estadounidenses, europeos y japoneses. Además, el mercado chino atrae a los países, motorizado por la expansión de su clase media. Todos quieren vender algo en el mercado chino, generando una atracción económica, a la cual denominamos “hegemonía introvertida china”. Tal es así que el gobierno chino acaba de celebrar en Shanghái la primera China International Import Expo. Además, las empresas chinas constantemente elevan calidad y valor a sus exportaciones, aspecto sustancial para cambiar la composición de las ventas chinas y avanzar hacia la producción y exportación de productos de alto valor agregado. Aquí aparece otra controversia con Estados Unidos, en la medida que el gobierno chino busca obligar a las empresas de ese país, Europa y Japón a realizar transferencias tecnológicas como condición para asociarse con empresas chinas, las cuales poseen acceso al mercado local y son capaces de exportar mayor valor agregado a esos mercados. Por eso, a pesar que dos de las cuatro variables aun carecen de pleno desarrollo (las exportaciones de productos de alto valor agregado y el control sobre las finanzas mundiales), el análisis integral de las mismas brinda a China una capacidad económica que utiliza como fuente de poder político y otorga las cualidades de nueva hegemonía en la económica mundial.

 

Choque de modernizaciones

Parafraseando al profesor Huntington, se podría afirmar que desde el inicio del gobierno de Donald Trump y su impronta proteccionista asistimos al “choque de modernizaciones” entre el modelo chino de exportación de manufactura versus el proceso de re-modernización que Donald Trump intenta llevar a cabo en Estados Unidos. Por supuesto, cuarenta años de crecimiento exitoso produjo que la modernización china se haya reciclado hacia un mix de exportación de manufacturas y productos de diferente valor agregado con medidas keynesianas en el plano interno, tratando de generar incentivos a partir de diversas iniciativas (como la Franja y la Ruta), para dinamizar la economía mundial y articular estrategias de desarrollo con otros países, a fin de dar continuidad a la exportación de bienes y capitales chinos.

Este es el trasfondo de la llamada “guerra comercial” iniciada por Estados Unidos y respondida por China. Aquí emerge el punto central a tener en cuenta, ya que China está acostumbrada a ser ella la lanzadora o exportadora de iniciativas y, el resto de los países, los receptores pasivos de las mismas (como sucede con América Latina). China respondió a la iniciativa norteamericana con medidas retaliatorias, respetando su principio de “tratar a los demás como te gustarían que te trataran”(礼尚往来), pero debiendo pensar en cómo afrontar un desafío externo inesperado para no desarticular su camino estable de crecimiento económico.

El “choque de modernizaciones”, así como la mutua cooperación, no elimina las relaciones político-militares entre los estados y el “choque de civilizaciones”. Ambos siguen desarrollándose a otro nivel, tan importante como el “choque de modernizaciones”, aunque este último sobresale, se exterioriza más que los otros, y aparece como combate decisivo en la actualidad. Al respecto, no debemos olvidar que la desintegración soviética, como advierte Paul Kennedy, tuvo como causa fatal el debilitamiento del poder nacional soviético por la falta de correlación del aparato militar con la infraestructura económica y tecnológica.

Esta situación no aparece en la China de hoy, pero sí en Estados Unidos, aunque los niveles de consenso de la sociedad norteamericana son ampliamente mayores a los de la otrora Unión Soviética. No obstante, ¿Es Donald Trump el Mijaíl Gorbachov o el Deng Xiao Ping de Estados Unidos? Las expectativas quedan pendientes de los resultados a los que pueda llegar la nueva administración norteamericana.

 

Taiwan: el punto de equilibrio

Trump asumió su mandato presidencial luego de la alternancia política en Taiwan. Este cambio político desestabilizó las relaciones en el Estrecho y, como sucedió históricamente, ha perturbado el vínculo chino-estadunidense, ya que la cuestión de Taiwan sigue siendo tema crucial de la agenda bilateral. Es que Estados Unidos mantiene a su aliado a través de la Ley de Relaciones con Taiwan, a pesar de reconocer a la República Popular China (RPC) desde 1979. Para Beijing, Estados Unidos debe dejar de apoyar a un gobierno local rebelde y respetar el “principio de una sola China”, tal como Xi Jin Ping le mencionara a Donald Trump en las conversaciones de Florida.

La alternancia política en la isla dejó atrás ocho años de “tregua diplomática” y el acercamiento económico entre el Guomindang y el Partido Comunista Chino. La tensión entre el continente y la isla regresó tras ser electa la doctora Tsai Ing-wen como presidente de Taiwan, líder del pro-independentista Partido Progresista Democrático. En marzo de 2016, el gobierno chino decidió establecer relaciones diplomáticas con Gambia, país que había quedado fuera de la órbita de las “dos Chinas” tras romper relaciones diplomáticas con Taiwan en 2013. Este caso es el símbolo del final de la “tregua diplomática” y generó condiciones para que Panamá (2017), El Salvador y República Dominicana (2018) reconocieran al gobierno de Beijing, mientras el Vaticano firmaba un acuerdo provisional con la RPC para la designación de obispos. Ante el drenaje de estados que dejaban de reconocer a Taiwan (los cuales pasaron de 21 a 17), el gobierno de Donald Trump trató de aplicar un torniquete y mitigar el éxito de la diplomacia china con el retiro de los jefes de las misiones diplomáticas en esos tres países, a modo de retorsión por las decisiones adoptadas y virtual amenaza para que las 17 naciones restantes desistan de abandonar a Taiwan y reconocer a China Popular. El éxito o fracaso de esta decisión quedará expectante del aumento o estancamiento en el número de reconocimientos de la RPC.

 

Las redes sociales

A diferencia del comercio, la conflictividad en redes sociales fue comenzada por China. La puja entre ambos liderazgos por el control de las redes sociales no solo aparece en el acceso de empresas chinas y estadounidenses al mercado de su contraparte, sino que el gobierno chino prohíbe determinadas redes sociales extranjeras en China. Al impedir el uso de Google, Facebook, Twitter, YouTube e interrumpir el funcionamiento de WhatsApp, el gobierno chino limita localmente la opción de conectividad a: 1) las redes sociales chinas; 2) las compañías que respetan las normas de censura (como Hotmail y Yahoo); o bien, 3) los residentes deben utilizar ilegalmente VPNs para acceder a redes extranjeras prohibidas.

Es decir, cuando uno ingresa al territorio chino se debe olvidar de las redes que son parte de la vida social de cada uno, así como del acceso a páginas web que son censuradas por el gobierno chino, para solamente utilizar redes sociales chinas o aquellas autorizadas por el gobierno chino. Este impedimento de acceso a redes sociales extranjeras es contrario al desarrollo de la libre conectividad de China con el mundo a través de sus propias redes sociales, como WeChat (la copia del WhatsApp) y otras plataformas. Por ejemplo, es curioso el escaso número de reproducciones de videos en idioma chino realizadas en YouTube en comparación con los cientos de millones de chinos que lo hacen desde plataformas como Youku, TuDouWan (copias de YouTube) y Baidu (la copia de Wikipedia). Esto se debe a que solamente los chinos que viven fuera de China utilizan esa plataforma para subir o reproducir videos. Por otra parte, las redes QQ y PengYouWang son las más populares; mientras que RenRenWang y KaiXinWang son copias de Facebook. Es decir, China viene ganando la batalla en el mercado de internautas frente a Occidente al ejercer proteccionismo selectivo sobre redes sociales y obligando a los residentes en China a utilizar redes sociales chinas, o bien aquellas extranjeras que su gobierno está dispuesto a autorizar. Situación parecida a las medidas comerciales adoptadas por Donald Trump hacia China que provocaron la guerra arancelaria ante la retorsión china.

Estas restricciones a las redes sociales extranjeras en China complican la conectividad y comunicación de los extranjeros que viven en ese país con el resto del mundo, incluso afectando el trabajo diario de embajadas y consulados acreditados en China. No obstante, a diferencia de la retorsión china a las medidas proteccionistas de Trump, los países occidentales no han realizado represalias sobre el uso de WeChat y otras redes chinas en el exterior, medida que desconectaría a residentes e instituciones chinos con el mundo, por ejemplo, perturbando el normal funcionamiento de sus embajadas y consulados, y forzando el uso de redes sociales occidentales. Por otra parte, al considerar la participación del comercio electrónico en la economía, nos damos cuenta de la importancia de la batalla por el control de las redes sociales. 

 

Argentina: de “vivir con lo nuestro” a “vivir con China y Estados Unidos”

Todos estos aspectos mencionados afectan a Argentina, pues los países deben adoptar una posición estratégica frente al G-2. Cuatro son las opciones: 1) apoyarse en Estados Unidos; 2) apoyarse en China; 3) equilibrio entre ambas potencias; o 4) oposición hacia ambas potencias. El primer caso incluye a Taiwan, Japón y otras naciones del núcleo rígido de aliados estadounidenses. En el segundo grupo, Irán, Venezuela y otros países se inclinan hacia el lado chino. Una política de equilibrio entre ambas es la llevada a cabo por la mayoría de los países que buscan evitar enemistarse con cualquiera de las dos potencias; mientras que la cuarta opción es casi inaplicable en el actual contexto de globalización.

El gobierno de Macri desplegó sus relaciones externas en el marco de vínculos cordiales e intereses concretos con los dos países. La definición económica del interés nacional colocó a China y Estados Unidos como destinos relevantes de exportaciones y fuentes de financiamiento e inversiones. Durante el gobierno de Fernández de Kirchner, China se convirtió en el principal proveedor de capital a través de swap de monedas, IED, inversiones a través de paraísos fiscales y préstamos para infraestructuras; mientras que Estados Unidos realizó inversiones selectivas (Vaca Muerta). La alternancia política cambió el rol de los capitales de las dos naciones, en la medida que Estados Unidos y los países europeos fueron actores principales para obtener financiamiento externo, mientras que China pasó a ser actor complementario dentro de la estrategia del gobierno de Macri.

Es necesario identificar tres momentos en las relaciones del país con las dos potencias durante los tres primeros años del gobierno de Macri: 1) desde la alternancia política hasta normalizar los vínculos con China; 2) desde la normalización con China hasta la crisis chino-estadounidense; y 3) desde la crisis en adelante.

En la primera etapa, mientras el presidente orientaba el retorno del país al sistema financiero internacional, al mismo tiempo revisaba los acuerdos firmados con China durante los dos últimos años de la presidencia Fernández de Kirchner, colocando en crisis la relación con China. Situación resuelta tras los encuentros de los presidentes Macri y Xi en Washington, Hangzhou y la visita de Estado de mayo de 2017. 

Los consensos alcanzados recobraron el normal funcionamiento de la relación y las partes iniciaron una nueva fase de cooperación a partir de la confirmación o revisión de los acuerdos firmados. El gobierno de Macri disminuyó el rol del capital chino, para incrementar la dependencia financiera en Estados Unidos y su red tradicional de instituciones crediticias, como el Fondo Monetario Internacional, del cual China también es miembro fundador.

Un año después, estallaba la guerra aduanera. Desde entonces, el presidente Macri buscó implementar una política de equilibrio, aunque difícil de llevar a cabo cuando se cuenta con escaso poder. Como expresara Mao Ze Dong respecto al intento del líder yugoslavo Tito de realizar un camino intermedio entre el Este y el Oeste en plena Guerra Fría, no se puede “cabalgar sobre el muro”, en alusión a que los estados debían decidir si estaban con el Este o con el Oeste, siendo inviable los caminos intermedios. El propio Mao posteriormente rebatió su tesis al rechazar tanto al imperialismo norteamericano como el socia-imperialismo soviético, política refractaria de ambas superpotencias. Es decir, el camino intermedio entre la conflictividad de dos grandes potencias es una acción política que requiere ductilidad en el manejo de la política exterior, para armonizar los intereses con las dos grandes potencias que, a su vez, se enfrentan entre sí. El problema surge cuando aparecen las presiones diplomáticas sobre los gobiernos. En este orden de ideas, Argentina tiene una tradición de neutralidad, cuya principal manifestación fue la posición del país ante la Segunda Guerra Mundial que, en aras de comerciar tanto con las Naciones Unidas como con las potencias del Eje, mantuvo un equilibrio inestable y debió soportar intensas presiones provenientes de Estados Unidos.

Ahora bien, ¿cuáles son los puntos de tensión en el triángulo argentino-chino-estadounidense? La instalación de la Estación de Espacio Profundo en la provincia del Neuquén y la iniciativa de la “Franja y la Ruta” afectan intereses de Estados Unidos, además del deseo de limitar la influencia económica china en Argentina. No obstante, cabe destacar que la atracción de la economía argentina, inducida por el mercado chino, no ha sido tan relevante como en Brasil, Chile y otros países sudamericanos. Desde Beijing se observa el cambio de la política exterior hacia el eje europeo-americano en desmedro de China, el haber disminuido la alta dependencia mantenida con el gobierno anterior y la desconfianza sobre la ejecución de los proyectos bilaterales. Por otra parte, la crisis en la relación con Taiwan no parece afectar a Argentina como a otros países, en la medida que el Palacio San Martín mantiene la tradición de respeto al “principio de una sola China”, diferente de otros países de la región que han desplegado intensos vínculos comerciales y financieros con Taiwan. Por último, la competencia por otorgar préstamos y las inversiones constituyen otro eje de conflictividad.

Un hito reciente en la relación bilateral es la recomendación al gobierno de China, hecha por el representante argentino ante los Organismos Internacionales en Ginebra durante la Revisión Periódica Universal del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. El embajador Carlos Foradori recomendó considerar abolir la pena de muerte en el orden legal chino y aconsejó a su gobierno proveer un ambiente seguro para aquellos que trabajan en la protección de los derechos humanos, incluido los defensores de derechos humanos y periodistas, además de investigar sanciones contra todo acto de violencia contra ellos, así como adoptar medidas necesarias para redactar un artículo de protección efectiva contra toda forma de discriminación, incluyendo la discriminación motivada por la orientación sexual (China human rights hearing at United Nations - 31st Universal Periodic Review, 6 de noviembre de 2018).

Por primera vez desde el re-establecimiento de la democracia un representante oficial recomienda y aconseja acciones a China en materia de derechos humanos. Cabe recordar que los gobiernos de Carlos Menem y Fernando De la Rúa condenaron la violación a los derechos humanos en Cuba, pero no en China. A su vez, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner evitaron plantear la cuestión de derechos humanos en China, a diferencia del alto nivel de exposición interna del tema. Incluso, durante la última presidencia de Fernández de Kirchner existieron acciones proclives al gobierno chino. Por ejemplo, la falta de condena a la represión de la minoría üigur en Ürümqi, provincia de Xinjiang, y las presiones hacia la justicia para resolver el caso Fa Lun Gong, dirimido en tribunales federales argentinos y que, ante el pedido de captura de expresidente Jiang Ze Min y otros jerarcas chinos, provocó una crisis bilateral previo al primer viaje de la presidente a China.

En todos estos periodos gubernamentales, el interés económico sustentó el doble estándar de la diplomacia en materia de derechos humanos hacia China, basado en el principio de no intervención en asuntos internos. En el caso de la administración Macri, si bien no se observa que exista una condena hacia China, se han planteado acciones con miras a garantizar el pleno ejercicio de los derechos humanos en China. Queda por vislumbrar si este accionar del gobierno de Macri en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha sido una decisión autónoma del gobierno argentino, tendiente a posicionar al presidente como defensor de los derechos humanos, o bien corresponde a un pedido especial de Estados Unidos en el contexto de guerra arancelaria con China.

En materia comercial, el desarrollo de las exportaciones hacia China es una deuda pendiente de la democracia argentina. Todos los gobiernos priorizaron las relaciones con China, pero el país fue incapaz de establecer una continuidad exportadora constante y creciente. Incluso, desde 2008, la tendencia ha sido de déficits crónicos con las dos potencias. En contrario, un reciente informe de la Cancillería evaluó a la Embajada Argentina en China con alta productividad, según la relación entre las exportaciones del país con el total de empleados y salarios pagados a esa oficina en el exterior. Visto desde esta perspectiva parece exitosa la labor de dicha Representación. Sin embargo, aparece opacada si se la compara con las ventas chinas a Argentina. Mientras Argentina cuenta con una embajada y tres consulados generales (en Guangzhou Hong Kong y Shanghai); China duplica las exportaciones argentinas con solo una embajada y una agregaduría comercial en Buenos Aires.

Inserta en el esquema centro-periférico propuesto por China, Argentina cuenta con concretos y virtuales intereses comerciales y financieros, sustanciales para construir un modelo exportador. En tal sentido, la interacción actual y potencial con China pasa a ser relevante, mientras que la relación con Estados Unidos, en principio, está signada por la competitividad comercial. No obstante, a pesar del proteccionismo selectivo de Trump, el gobierno norteamericano realizó varias concesiones comerciales a Argentina (por ejemplo, en materia de acero, aluminio y limones), además del apoyo financiero.

Por último, el cierre del mercado estadounidense a las exportaciones chinas produjo sobreabundancia de algunos commodities y la consecuente caída de precios. Al mismo tiempo, las medidas arancelarias favorecen a Argentina pues abre oportunidades a empresas nacionales para reemplazar a los productos norteamericanos cuyos ingresos ha sido vedados por el gobierno chino. No obstante, el desvío de las exportaciones norteamericanas produce mayor competencia en mercados abastecidos por Argentina. El sector sojero es un ejemplo. Las compañías norteamericanas deben buscar nuevos mercados para sus productos, pudiendo agregar valor a la soja y exportar hacia mercados abastecidos por Argentina. El gobierno chino, atento al cierre de las importaciones provenientes de Estados Unidos, debe mantener el canal de provisión de granos y otros commodities, donde Argentina cumple un rol de relevancia.

 

Continuidad de la incertidumbre

Las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos deben ser analizadas sobre la base estructural de una historia de cooperación e intereses comunes. Esta tradición está siendo puesta a prueba por el ascenso chino y su rol en la economía y política mundiales. Su capacidad del poder conformó una nueva hegemonía que atenta contra las bases del orden internacional. En esta batalla de fondo, Donald Trump retoma la variable sínica del “choque de civilizaciones”, que en la economía se expresa como “choque de modernizaciones” entre el modelo chino de exportación de manufactura y la re-modernización que el presidente estadounidense intenta llevar a cabo.  

Cabe resaltar que la crisis arancelaria es posterior a la alternancia política en Taiwan, cuestión central de la agenda bilateral. Sin querer expresar una relación de causa-efecto entre ambas, la crisis en el Estrecho deterioró las relaciones chino-estadounidenses previo a la llegada de Trump a la presidencia, por lo que la cuestión de Taiwan antecede a la crisis comercial. Otra tensión aparece en las redes sociales, donde China comenzó la batalla con la prohibición de redes occidentales en China. ¿Es posible la retorsión estadounidense frente a la censura de las redes sociales en China? ¿Es posible que la guerra arancelaria se traslade al comercio electrónico? Son nuevos interrogantes que se avecina y que solo las dos partes pueden dar solución a través de consenso, como lo han hecho en gran parte de su historia.

El deterioro del vínculo entre las dos naciones más importantes del mundo, ofrece al gobierno de Macri una grieta entre la primera y segunda potencias económicas, por donde orientar su estrategia económica externa y buscar los equilibrios necesarios para exportar bienes y productos a estos dos relevantes mercados. Para alcanzar ese objetivo, la habilidad del líder en el manejo de los asuntos externos depende de cómo éste sortea los niveles de presión que ejercen China y Estados Unidos sobre su gobierno, manteniendo al mismo tiempo el buen estado de las relaciones con ambas naciones durante el tiempo que dure la tensión. De lograr dicho equilibrio, el gobierno de Macri encuentra una oportunidad para intensificar las relaciones comerciales con los dos países.