Revista Institucional - Junio 2020

Editorial

Después de la pandemia: oportunidad para la agroindustria argentina

Editorial
La pandemia de coronavirus Covid19, que se desató a comienzos de este año, ha impactado como pocas veces antes en el desenvolvimiento de la humanidad.

 

Los altos niveles de contagios y de mortalidad se han extendido por el mundo sin reconocimiento de fronteras, climas, creencias o gestiones políticas. En su paso de incertidumbre y muerte, el virus pone de manifiesto problemas subyacentes de escasez de infraestructuras, recursos humanos y equipamiento sanitario adecuados; oleadas de odio y xenofobia, buscando chivos expiatorios y fomentando el miedo; caídas estrepitosas de las economías nacionales; insuficiencia de reservas financieras públicas y privadas para afrontar la situación y un enorme escepticismo respecto del futuro.

En nuestro país, lógicamente, la situación es tan o más compleja que en otras latitudes, a pesar de lo cual, contó con la ventaja, por su ubicación geográfica, de poder capitalizar la experiencia y evitar errores que cometieron otros gobiernos.

La cuarentena y el aislamiento han paralizado la economía. Al no trabajar las empresas, no hay oferta de bienes y servicios, y al disminuir el consumo cae la demanda, se distorsionan los precios y colapsan las cadenas de pagos.

Para colmo, la situación macroeconómica que arrastra la Argentina de déficits crónicos, un Estado tratando de renegociar su deuda, inflación endémica y carencia de fondos anticíclicos para atender las necesidades acuciantes de su población, ponen al desnudo la fragilidad y las debilidades reinantes y no hacen más que alentar malos pronósticos para el futuro próximo.

Sin embargo, en medio de esta crisis, es imprescindible enfocarse en lo que vendrá, con visión de largo plazo y procurando detectar las oportunidades que se nos puedan abrir en un mundo diferente.

Y allí es donde aparece el sistema agroindustrial argentino como uno de los sectores capacitados para encontrar una recuperación en el escenario económico pospandemia.

La producción agropecuaria y su transformación industrial para la elaboración de alimentos, energía, biomateriales y servicios asociados es un modelo que permitirá transformar la estructura productiva y económica de Argentina, convirtiéndose en motor de desarrollo.

El conjunto de elabones y complejos que integran la actividad agroindustrial revisten una importancia fundamental en los campos referidos a creación de valor, generación de empleo y provisión de divisas de nuestro país.

En términos de volumen producido, Argentina se ubica entre los principales productores a nivel mundial de cereales y oleaginosas. Y si se consideran los volúmenes exportados, adquiere aún más importancia. Nuestro país detenta grandes saldos exportables con posibilidad de ser colocados en los mercados externos, un elemento clave que lo diferencia de otros países.

Las exportaciones de productos primarios superaron los 17.000 millones de dólares en 2019, lo que representó un 26,4% del total despachado al exterior. Y las manufacturas de origen agropecuario significaron un ingreso de 24.000 millones de dólares, lo que representó el 37% del total exportado. En conjunto la cadena agroindustrial participó en el 63% de las ventas al exterior.

En materia de valor agregado, los principales eslabones que integran las distintas cadenas agroalimentarias (producción primaria, agroquímicos, procesamiento industrial, empaque, transporte de cargas, servicios veterinarios, servicios agropecuarios, semillas y actividad comercial), generaron durante 2018 valor agregado por US$ 44.741 millones (10% del PIB nacional) y US$ 104.367 millones de valor bruto de producción nacional (12% del VBP nacional).

Por otra parte, el total de empleo generado por las principales cadenas agroalimentarias fue de 2,1 millones de personas, lo que significa el 34% del empleo total de las actividades que producen bienes a nivel nacional, y el 11% si también se consideran los servicios, incluyendo en esta estimación todo régimen de empleo, independientemente de su formalidad legal y categorías ocupacionales.

Pero, además, la agroindustria está llamada a cubrir otros aspectos fundamentales para nuestro país, como mejorar la distribución territorial de la producción, arraigando a la población en el interior del país.

Es evidente que debemos incrementar el agregado de valor a nuestra producción primaria, para lo cual se requiere participación y alto compromiso social y empresarial. La cadena de agroalimentos debería aumentar en productividad, valor agregado y sustentabilidad, debiendo crecer los procesos de industrialización primaria en origen, la transformación de productos de origen vegetal en proteína animal (carne bovina, leche, cerdos, producción avícola y ovina), y también en industrialización secundaria (frigoríficos, plantas lácteas diversas, chacinados, etc., todos con calidad trazable y denominación de origen en ciertos productos), y si fuese posible una terciaria (carnes cocinadas listas para el consumo). Además, se debería crecer en la cadena de frío y abastecimiento trazable hasta las góndolas del mundo, siempre bajo estructuras manejadas desde origen.

Y no sólo se trata de producir alimentos terminados de mayor complejidad y competitividad, sino también bioenergía obtenida por diferentes fuentes alternativas, y una creciente orientación hacia bienes típicamente industriales, pero basados en procesos biológicos como biomateriales (bioplásticos sobre la base de cracking de vegetales, polímeros surgidos de biomasa), medicamentos generados en biofábricas, nutracéuticos, celulosa, etc.

El desarrollo y consolidación como proveedor mundial de estos productos con una alta participación de los productores integrados a la cadena de valor en diferentes etapas, constituye un desafío de complejidad social, donde se tienen que valorar estratégicamente los beneficios del desarrollo local con inclusión y equidad o sea un desarrollo sustentable ambiental y socialmente.

Para ello, Argentina cuenta con recursos humanos calificados (CONICET, universidades, INTA, INTI, ONGs relacionadas en asociaciones de productores y empresarios), que pueden sorprender en esta nueva fase del desarrollo agroindustrial, basado en la innovación en electrónica, informática, comunicaciones y biotecnología.

En síntesis, el conglomerado agroindustrial tiene por delante oportunidades increíbles de crecimiento y desarrollo, que pueden reposicionar a la Argentina a nivel internacional en la pospandemia.