Hace 5 años atrás, con diferencia de algunos días, dejaban de estar entre nosotros -en la Dirección de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa-, dos verdaderos maestros: Rogelio Pontón y Luis Palermo. La muerte es así: dura, implacable e inesperada. Hace su irrupción en la vida de los seres humanos de manera imprevista, quitándonos la presencia de aquellos hombres y mujeres que apreciamos, queremos, amamos y respetamos. No avisa ni pregunta. Por lo general golpea duramente y nos hace tomar conciencia de la finitud de nuestra existencia.

Desde el punto de vista técnico y profesional, Rogelio Tomás Pontón fue un destacado economista argentino que tuvo a su cargo –durante casi 30 años- la Dirección de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario. Considerado de manera unánime el 'analista de mercado granario más importante del país', estuvo al frente de aulas en varias entidades académicas y llegó a ser Rector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano (UCEL) y Decano en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de dicha casa de estudios. Era, además, muy conocido por su interés en temas bíblicos y por su estudio constante sobre la relación entre ciencia y religión. Fue un escritor reconocido a nivel nacional e internacional y ante todo un hombre sabio, un humanista, formador de generaciones de profesionales en economía.

Don Luis Palermo, también a nivel profesional y técnico, fue un experto de la comercialización granaria, el transporte y la logística. Un trabajador incansable de la hidrovía Paraná-Paraguay, gestionando durante años la concreción del dragado y balizamiento del Río Paraná en el tramo Gran Rosario-Océano. Si hoy el Gran Rosario cuenta con el complejo industrial oleaginoso más importante del mundo y el nodo exportador de soja más relevante del planeta, se debe –en su humilde granito de arena– al trabajo silencioso y permanente de estos dos hombres: Don Luis y Rogelio.

Para aquellos que integramos la Dirección de Informaciones y Estudios Económicos de la BCR, los pergaminos profesionales y técnicos son importantes. Los apreciamos. Pero mucho más relevante y significativo es para nosotros la amistad, cariño, amor y compañerismo que ellos nos profesaron. Ellos siguen estando con nosotros, en el recuerdo de anécdotas graciosas –ambos tenían un agudo sentido del humor–, en las enseñanzas que nos impartieron y en los buenos momentos compartidos dentro y fuera del trabajo.

Un abrazo para ambos y un agradecimiento enorme para ellos, con todo nuestro afecto.